No hay luna enmarcada en la ventana sino un patio de chimeneas. Al fondo nos espera una cama grande y dura forrada de sábanas radiantes y almohadas blandas.
Después de tanto tiempo debería ser todo raro. Raro tu olor, rara tu piel, raro tu sexo,
pero es como volver a casa, salvo por las paredes anónimas que nos rodean.
No puedo esperar a que lo hagas tú y te desnudo; quiero volver a ver tu ropa interior blanca; quiero verte contonear tus carnes blancas de nácar; enroscarte como una boa albina ahíta sobre las radiantes sabanas blancas y las blancas almohadas blandas.
Miro mi cara en el espejo y me avergüenzo. Me has atraído después de abandonarme, y aquí me tienes, entregado, rendido, incapaz de salir huyendo de tus dulces brazos.
Y vas a cobrarte tu presa cual araña cautivadora y peligrosa. De frente yo en el espejo, excitado; debajo tú sobre la cama, llorando. ¿Por qué lloran las arañas cuando se abrazan a su bocado?